jueves, 15 de octubre de 2009

Por qué corre el ñandú

Hace mucho, mucho tiempo, en las tierras que ahora conocemos como Neuquén, vivía una tribu de valientes indios pehuenches. Se dedicaban a cazar, a recolectar los frutos del pehuén, y a vivir en armonía con las tribus vecinas. Había pasado ya la época de las peleas entre tribus, y para el tiempo de esta historia, los únicos enfrentamientos que existían eran deportivos.
Una vez por año, representantes de cada grupo se encontraban para ver quién era el mejor nadador, quién trepaba más alto, quién arrojaba más lejos y con mejor puntería las boleadoras, quién era el más rápido.
El cacique Flecha Veloz, de la tribu de los Pies rápidos, era desde hacía varios años el campeón en carrera a través del desierto. Nadie había podido vencerlo nunca. Ni siquiera la vez que había caído desde lo alto de un pehuén, quedando con las piernas hinchadas y la espalda dolorida. Ni la vez que debió correr hasta la cima de la montaña para buscar hierbas medicinales para un niño enfermo, volviendo justo para el inicio de la carrera anual. Ni la vez que, a modo de broma, sus hermanos lo ataron durante una hora, dándoles ventaja a todos sus contrincantes.
Flecha Veloz era rápido. Y a pesar de ser un buen cacique, de proteger siempre a su pueblo, de ser buen cazador, buen padre, y buen amigo, era muy fanfarrón. Desde chico jugaba carreras con sus amigos y hermanos, ganando siempre, y gritaba y cantaba y saltaba para festejar, burlándose de los perdedores. Cuando fue creciendo, desafiaba a todo el mundo a tratar de vencerlo, sin que nadie nunca tuviera éxito.
Ocurrió una vez, que se acercaba la época de una nueva carrera. Los participantes armaban sus carpas en las tierras de los Pies Rápidos, y entrenaban día a día, conviviendo pacíficamente. Corrían carreras cortas, para entrenar, para divertirse, para conocerse. Flecha Veloz se burló de cada contrincante que se le presentó, hasta que corrió contra Viento Fuerte, un joven indio de una tribu vecina. Aclamados por todos los que se habían acercado para curiosear, corrieron casi codo a codo por varios minutos, llegando uno junto al otro a la meta. Flecha Veloz no lo podía creer; nunca nadie lo había empatado. Exigió un desempate. La nueva carrera tuvo un recorrido más largo, con más curvas y desniveles. El resultado fue el mismo. Viento Fuerte fue levantado en andas, su nombre coreado por todos los presentes. Flecha Veloz no lo pudo tolerar. Desafió a Viento Fuerte, delante de decenas de testigos, a correr ellos dos, solos, la carrera anual, que se desarrollaría una semana despuès. Propuso que el ganador se quedara con todos los animales, y con toda la cosecha de la tribu del vencido. Viento Fuerte consultó con su tribu; viendo todos que el campeón no había podido vencerlo, le propusieron ayudar al muchacho a entrenarse más durante los días que faltaban; evidentemente, Flecha Veloz ya estaba viejo, ya había pasado su época .Viento Fuerte Aceptó el desafío.

Flecha Veloz se quedó preocupado. No sabía lo que era empatar. No sabía lo que era perder. Había apostado todas las pertenencias de su tribu, sabiendo que podría ser vencido. Pero no podía permitir eso. Tampoco podía faltar a la palabra de honor de un pehuenche, debía cumplir con lo pactado si perdía, aunque esto fuera un desastre para toda su gente. No podía perder.
Triste, y enojado consigo mismo, corrió hasta la montaña. En voz alta le pidió al creador, a Nguenechén: “Padre mío, te pido que me ayudes a ganar esta carrera, por el bien de mi pueblo. Sé que fui toda mi vida un engreído, que siempre me burlé de mis contrincantes, pero si me ayudás a ganar, juro que no lo volveré a hacer. Juro que no volveré a desafiar a nadie a correr. Y juro que si gano, olvidaré la apuesta, y concederé a mi oponente que no pague su derrota con los bienes de su tribu. Es mi palabra de honor, de pehuenche, y de cacique...”
Volvió a su carpa, con su familia. Durmió tranquilo, después de haber hecho su juramento sagrado. Al día siguiente, cientos de pehuenches se habían reunido, para ver la carrera más importante de la historia. Flecha Veloz y Viento Fuerte eran aclamados por igual, los niños cantaban sus nombres, los hombres alzaban arcos y lanzas hacia el cielo, festejando. Al grito de ¡Ahora! de uno de los ancianos, comenzó la carrera. Como en días previos, ambos corredores iban a la par, como si uno fuera el reflejo del otro. Esquivaban rocas, saltaban arroyos, corrían cuesta arriba, esquivaban nidos de vizcachas...
Flecha Veloz cerró los ojos, sin dejar de correr.”Ayudame a ganar, te juro que cumpliré mi palabra”.Abrió los ojos. No podía creer lo rápido que corría. Viento Fuerte fue quedando atrás como si no se moviera, Flecha Veloz sentía que sus piernas eran invencibles. En poco tiempo llegó al límite del recorrido, y dio la vuelta hacia las tolderías. Cruzó a Viento Fuerte que respiraba agitado, corriendo cada vez más lento, llegó a sus tierras, fue aclamado, gritaron su nombre, lo adornaron con flores, plumas, pieles...
Más de una hora después llegó Viento Fuerte, agotado. En el lugar reinaba un silencio mortal. “Llegaste” dijo Flecha Veloz.”Como todos vieron, has perdido. Has sido derrotado por mí, y he demostrado nuevamente que soy el mejor corredor de la Patagonia, que nadie puede vencerme, ni podrá jamás. Desde este momento, todo lo tuyo y lo de tu tribu es de la mía”.
Toda la tribu de Viento Fuerte comenzó a llorar y a gritar, y quisieron tomar sus armas para pelear contra los Pies Rápidos, pero el joven los detuvo.”No, no peleemos. Juntos aceptamos este desafío, juntos debemos aceptar la derrota y pagar nuestra apuesta. Hoy aprendimos que no se puede ganar siempre, pero también aprendimos que debemos cumplir siempre con nuestra palabra. Que se haga justicia.
En ese momento, todo el cielo se oscureció. Un relámpago iluminó todo, y se oyó una voz poderosa que venía desde las nubes: “Flecha Veloz, juraste no ser más un engreído, un fanfarrón, si te ayudaba a ganar. Juraste que no te burlarías de tu oponente, y que olvidarías la apuesta .Pero no cumpliste con nada de lo que juraste. Desde hoy, sólo vestirás un traje de plumas, y sólo correrás para defenderte y esconderte de los cazadores. La velocidad que te di de niño como regalo, es lo único de tu vida que conservarás.”
Un terrible rayo cayó sobre Flecha Veloz. Cuando todos pudieron mirar, encandilados todavía, no vieron al cacique. Vieron un pájaro alto como un hombre, todo gris, con un cuello largo y una cabeza pequeña, con enormes y asustados ojos, y con un cuerpo gordo, grande, con plumas gigantes en sus alas y en su cola. El pájaro movía su cuello flexible de arriba abajo, mirando a los demás, y mirándose a sí mismo. Se detuvo a mirar sus patas, grandes, fuertes, poderosas. Dio unos pasos, miró con tristeza a la gente de su tribu, y dijo” He merecido esto por no cumplir con mi palabra. Desde hoy, Viento Fuerte será su cacique, el demostró que es más digno que yo. Aceptá esto, como muestra de mi respeto”, y se arrancó con el pico dos plumas de su cola.”Usalo como adorno en tu cabeza, para que siempre recuerden todos este día”.Y pegó un grito con su pico, que nadie entendió, porque ya había empezado a hablar como pájaro.” Choique” lo llamaron, que es el nombre en mapuche, del ñandú.
Y desde ese entonces corre siempre, cada día de su vida, escapándose de los cazadores, de los pumas, de quienes lo persiguen por su plumaje…y de su vergüenza.

13/05/07
18/07/09

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