sábado, 26 de diciembre de 2009

La fábula de las orugas

A mis compañeros y amigos del Hospital de Cipolletti


Había una vez tres orugas. Tres orugas feas, gordas, y viejas, que discutían acerca de si se esforzarían en convertirse en mariposas, o no.

Dijo la primera oruga:

− ¿Ser mariposa? ¿Para qué? Yo así como estoy, estoy bien. Me muevo un poco encima de esta rama, me como algunas hojas, no gasto mucha energía, y no tengo que perder tiempo en hacer que me crezcan alas, o en aprender a volar. ¡No me vengan con ideas raras! Yo así estoy bien.

Dijo la segunda oruga:

−Pensándolo bien, ser mariposa tiene sus beneficios…Te admiran todos, te consideran una criatura hermosa, te respetan más que siendo un bicho arrugado, gordo y feo…pero lleva mucho trabajo hacerse flaca, sacar alas, ir de flor en flor llevando polen, volar distancias enormes para beber un poquito de néctar…Yo ya lo tengo decidido; con estos hermosos pétalos que me junté, me disfrazaré de una bella mariposa…¡Pero seguiré viviendo mi tranquila vida de holgazana masticadora de hojas!¡Y sin tantas complicaciones!

Luego de un pequeño silencio, la tercera oruga dijo:

−Amigas, creo que este es un momento muy importante en nuestras vidas. Debemos decidir si continuamos siendo lo que somos, o elegimos cambiar, crecer, mejorar.

“No estuvo mal ser orugas, por supuesto; todas las mariposas deben ser orugas al principio de sus vidas. Pero creo que está mal que nos abandonemos a este estado para siempre, simplemente por pereza. Y también creo que está mal que simulemos ser mariposas, disfrazándonos de algo en lo que en realidad no creemos.

“Yo elijo ser mariposa, porque siento la linfa que me hierve en las venas, y porque ya no aguanto más arrastrarme, y vivir prisionera en esta rama. Quiero dar este paso, y ser algo mejor de lo que soy ahora, sin olvidar nunca que seré mariposa, gracias a que un día fui oruga.

Las tres amigas se separaron.

La primera oruga, se quedó tranquila en su rama. Días después, un pájaro la vio desde lejos. Voló en picada hasta ella, y de un picotazo, la devoró.

La segunda oruga, se fabricó un disfraz de mariposa, con pétalos de colores a modo de alas, y finos estambres simulando antenas. Hubo abejas, hormigas, y algunos escarabajos, que admiraron su belleza, e incluso la aplaudieron y envidiaron. Pero ella apenas se movía de su lugar en la rama. Una tarde la vio un pájaro, desde lejos. Voló en picada hacia ella, y de un picotazo, la devoró.

La tercera oruga, trabajó mucho para tejer su capullo. Y envuelta en éste, con gran cuidado y esfuerzo, quedó colgando, apenas sostenida por un hilo muy delgado, en la punta de su rama. Soportó el hambre de no comer, el miedo de caer empujada por el viento, concentró toda su energía en hacer crecer alas, patas, antenas, ojos…

Un día asomó su cabeza por fuera del capullo. Lentamente, al principio, y con mucha dificultad, lo fue rompiendo, hasta liberarse. Se movía con torpeza, sus alas eran todavía una molestia, unos pesados apéndices que sólo servían para hacerla tropezar.

Mucho tiempo después (en realidad apenas unas horas, pero casi una eternidad para la vida de una mariposa) pudo desplegar las alas. Era un ser hermoso, esbelto, brillante, con mejores sentidos para captar el mundo, con miembros más ágiles, con incontrolables deseos de conocer todo lo que existía más allá de esa rama.

Un pájaro la vio desde lejos. Voló en picada hacia ella, y la atacó con un picotazo. Pero se quedó sin comer, porque la mariposa escapó rápidamente, comenzando así, a vivir feliz su nueva vida.

Porque se lo había ganado.


Muchas veces, en la vida de los hombres, de los pueblos, de las instituciones, llega un momento en que debemos decidir si continuar en la comodidad de la simple vida de la oruga, o arriesgarnos y esforzarnos por crecer, por cambiar hacia algo mejor. O elegir el simular un cambio, adoptando conductas o actitudes sin creer demasiado en ellas, para mostrarnos frente a los demás, pero sabiendo en nuestro interior que preferimos la seguridad de lo ya conocido.

Y si elegimos crecer, está en nuestras manos lograr que ese cambio sea real, que no consista sólo en un disfraz para aparentar ser algo nuevo, sino en estar profundamente convencidos de ese paso.

Todo cambio importante en la vida, está marcado por inevitables temores, tropezones, esfuerzos y fatigas. Pero que son necesarios para lograr ser lo mejor que podemos, y que debemos ser.

Para que ningún pájaro nos coma.

Y porque nos lo habremos ganado.

02/09/06-26/12/09

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